El segundo evangelio de las
escrituras nos brinda un relato breve, pero preciso sobre el empoderamiento en
acción.
“Después subió al monte, y llamó a sí a los que él quiso; y vinieron a
él. Y estableció a doce, para que estuviesen con él, y para enviarlos a
predicar, y que tuviesen autoridad para sanar enfermedades y para echar fuera
demonios” Marcos 3: 13-15 (RVA)
En la década de los 90 se puso
mucho de moda palabra empoderamiento (del inglés empowerment), y surgió mucha
literatura haciendo énfasis en este tema. Fueron especialmente los psicólogos
comunitarios quienes aplicaron este concepto a grupos que necesitaban aprender
a generar y utilizar recursos para tener una mejor calidad de vida. Hoy en día el concepto de empoderamiento
tiene mucho que aportar a las comunidades de fe, pues en muchas iglesias hay
una muy fuerte dependencia externa o incluso a veces se depende solamente de
una sola figura de autoridad, que cuando esta llega a faltar se genera el caos
total.
El Señor Jesús de cientos de
discípulos seleccionó a doce, y en lugar de hacer el trabajo de doce personas,
los preparó y equipó para que fueran ellos los responsables de darle
seguimiento al movimiento cristiano surgido en Jerusalén. ¿Se obtuvieron
resultados positivos? La respuesta a esta pregunta es muy clara, el
cristianismo ha existido desde hace ya más de dos mil años y es la religión más
grande en el mundo, tal parece que este pequeño grupo de discípulos fueron bien
capacitados para desarrollar la misión en la ausencia física del gran líder.
Unos de los grandes retos que
enfrentan muchas iglesias en Latinoamérica es la gran dependencia que se ha
generado por la mucha ayuda recibida durante los últimos años. Esto es visto
incluso como normal en la perspectiva de nuestros pueblos, pues constantemente
nuestros gobiernos están dependiendo de la ayuda externa para poder solventar
problemas críticos que nuestros ciudadanos han creado. El Triángulo Norte
Centroamericano (El Salvador, Guatemala
y Honduras) celebran la ayuda económica que constantemente viene de países del
primer mundo, para que de esa manera se puedan combatir de una manera más
eficaz los problemas sociales que enfrentan los países hermanos. En otras
palabras, hemos creado un problema por diferentes factores internos y ahora esperamos que otros nos ayuden a
solucionarlo. Algo muy similar ocurre en la iglesia, constantemente se espera
que otros hagan lo que la iglesia debería de estar haciendo.
Este problema de falta de
empoderamiento local se ve reflejado incluso a lo interno de las iglesias,
donde constantemente hay comunidades de fe muy dependientes de un solo líder
religioso y se genera así la figura paternalista del líder, donde si esa figura
no está presente simplemente no se puede hacer nada, pues se necesita su
aprobación o consentimiento. Simplemente los miembros de la comunidad de fe
(miembros de iglesia) no se sienten capaces o autorizados a hacer cosas con las
cuales el líder (predicador, pastor, evangelista, misionero, etc.) no estaría
de acuerdo, así que para no hacer algo equivocado es mejor nunca hacer nada, a
no ser que venga por orden directa de la figura de autoridad. Todo este
alimenta cada vez más una dependencia no sana, que no permite a las comunidades
a empoderarse de los proyectos locales, de los cuales ellos mismos serían los
mejores beneficiarios.
Es muy triste ver como
fracasan los proyectos una vez que los grupos externos se han ido, cuando los
líderes abandonan el proyecto este carece de visión y tiende a desaparecer
después de un tiempo. ¿Por qué ocurre esto? La respuesta parece ser no tan compleja
y muy simple, FRACASAN PORQUE NUNCA HUBO EMPODERAMIENTO COMUNITARIO, EL
PROYECTO SIEMPRE FUE DE LOS QUE SE HAN IDO, Y NUNCA FUE DE LOS QUE SE QUEDARON.
El Señor Jesús en tan solo tres
años consiguió que su pequeño grupo de discípulos se lograra apropiar y empoderar de la visión, y después de la ascensión del Señor los apóstoles lograron seguir con la visión, pues el proyecto de evangelizar y
discipular era de ellos, entendían muy bien que si ellos no lo hacían, nadie
más lo iba a ser posible. Estuvieron tan empoderados y entregados al proyecto
de la evangelización, que incluso estuvieron dispuestos a sufrir y morir por
él.
Aquellos que trabajamos y
colaboramos en la obra de Dios, deberíamos de preocuparnos más por empoderar a
las comunidades, darles los recursos y herramientas, para que una vez que
nosotros ya no estemos presentes, el proyecto siga adelante y no muera; debemos
concientizar en todo momento, que el proyecto (cualquiera que este sea) ES y
SERÁ SIEMPRE DE ELLOS y NO SIEMPRE NUESTRO. De lo contrario, ocurrirá siempre lo
mismo, como me comentó en cierta ocasión un campesino: “Cuando estaban aquí los misioneros todo marchaba bien, pero una vez que
se fueron, todo se vino abajo”.
Recordemos que la prueba de todo buen líder es que su
influencia continúe presente, aunque él/ella no esté siempre presente, y el
Señor Jesús es el máximo ejemplo de esto. ¿Deberíamos imitarlo no?
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