Cuando
se piensa en grandes hombres de Dios, pocas veces se piensa en características
como el humor y el carisma como calificativos para hombres revestidos con
autoridad divina. John Smith fue uno de las más grandes evangelistas que ha
tenido la iglesia del Señor, fue muy popular en su época debido a su gran amor
por el Señor y por su obra; así como por ser un hombre de Dios que reía y hacía
reír a otros constantemente.
John
Smith nació el 15 de Octubre de 1785 en el estado de Tennessee. Era
descendiente de padre alemán y madre irlandés; sus padres eran descendientes de
inmigrantes que tenían muchas carencias materiales; Smith fue el noveno de trece hijos. Smith creció en una pequeña cabaña
entre los bosques, con mucho animales a su alrededor, muchos de estos animales
eran mapaches. Más tarde cuando llegó a ser un predicador popular llenaba sus
historias con ilustraciones de la niñez y fue así como la hermandad le empezó a
llamar “el hombre de los mapaches” o “el mapache Smith”. Smith no tuvo la oportunidad de recibir mucha
educación de la época, aprendió lo básico: Leer y escribir. Posteriormente se
mudó al estado de Kentucky donde creció en un contexto bautista, de hecho fue
bautizado en dicha denominación y también predicó fervientemente por la causa
bautista. Fue hasta el año de 1823 que supo de Alexander Campbell por medio de
la revista “El bautista cristiano” y fue así como llegó a conocer sobre la
teología de los Discípulos de Cristo. En 1824 se unió a los discípulos y se
convirtió en un gran instrumento para la causa de Cristo en aquella época.
John
Smith fue un predicador lleno de humor y carisma y esto hacía que las personas
simplemente quisieran estar junto a él. En una ocasión un hombre llegó donde
Jacob Creath (otro predicador de la época) y le dijo: “Ya llegó! Ya llegó! el hombre que creció con los mapaches ya está aquí,
todo mundo está lo está yendo a buscar, se llama Smith”; su forma de
hablar, sencillez, humildad y carisma se convertían en un imán y así atraía a
las personas para hablarles del Señor. En cierta ocasión después de viajar por
horas para escuchar un discurso de Alexander Campbell Smith lo elogió después
del evento diciendo: “No es difícil
viajar veinte millas en caballo para escuchar a un predicador por treinta
minutos” causando gran risa entre la audiencia, pues se refería al discurso
de más de dos horas dado por Campbell, tiempo muy común en aquella época para
los predicadores. En ocasiones Smith se equivocaba al citar ciertos pasajes de
la escritura y en lugar de proyectar frustración hacia la audiencia se reía de
sí mismo, causando así gran empatía de parte de aquellos que lo escuchaban; por
ejemplo en marzo de 1822, mientras predicaba se dio cuenta que algunas ideas
que daba en su sermón no estaban muy respaldadas por las escrituras, así que se
detuvo a mitad del sermón y aceptó delante de los hermanos la falta que había
cometido, pero la audiencia en lugar de molestarse por la sucedido, agradeció
su honestidad y tomó de manera positiva lo ocurrido. Smith era muy eficaz en
sus predicaciones, y no sólo hacía reír a las personas, también las hacía
reflexionar en sus vidas espirituales y fue así como logró muchas conversiones,
ejemplo de esto es el reporte que registró la revista El Bautista Cristiano para los meses de Febrero a Abril de 1828, se
registró que Smith había bautizado a 339 personas. Sin duda alguna que su
carisma y humor tuvo algo que ver en atraer a estar personas al Señor.
Un
predicador que se niega completamente a utilizar el humor como una herramienta
de comunicación, posiblemente no logrará obtener los objetivos deseados con su
audiencia. No es la propuesta del presente escrito incentivar a todos los
predicadores a hacer de sus sermones monólogos de humor ni hacer reír a las
personas como si estuviesen en un show de comedia, pero sí es necesario
reconocer que el humor es algo necesario para cuando las personas están pasando
por circunstancias difíciles, nunca está de más sacar una sonrisa de aquel que está
en aflicción. El ministerio de John “el mapache” Smith es un ejemplo de cómo la
predicación puede ser eficaz con un poco de humor, acompañado por un gran
carisma y testimonio de integridad por la causa de Cristo.
Autor: Guadalupe Mayo
Autor: Guadalupe Mayo
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