¿Recuerda usted la última vez que
discutió fuertemente con un hermano o hermana en la fe? Aunque no parezca una
realidad, en la iglesia también hay conflictos (a veces demasiados) y esto ha
desanimado a muchos a través de los tiempos. Algunas veces es muy complicado
experimentar el Salmo 133:1. Habitamos juntos sí; a veces en armonía y a veces no,
desgraciadamente.
El conflicto no es nuevo entre los
siervos de Dios, el conflicto es algo que también experimentaron algunos ministros del Señor. Un ejemplo claro de ello lo encontramos en Hechos 15:36-41
cuando Pablo y Bernabé discutieron por Juan Marcos. Lo acontecido entre estos
dos hombres de Dios nos deja muchas enseñanzas.
Si estudiamos Hechos 13 nos damos cuenta
del trasfondo del problema. Pablo, Bernabé y Juan Marcos van de misioneros a predicar la Palabra (lo
que hoy en día se conoce como el primer viaje misionero de Pablo) pero en Páfos,
Chipre; encuentran oposición por parte de un mago llamado Barjersús. El texto
dice que, después de esta oposición, Juan Marcos decidió regresar a Jerusalén y
abandonó el viaje. Posterior a este viaje, el autor de Hechos nos narra (en lo que hoy en día se conoce como el capítulo 15) que Pablo y Bernabé están a punto de iniciar su
segundo viaje con el propósito de visitar las congregaciones que establecieron
en el primer viaje. Bernabé tiene el
deseo de llevar a Juan Marcos (a aquel que los había abandonado).
Es curioso que el texto en español
en la versión RVA dice que hubo “un desacuerdo” entre ellos. Los teóricos
conocedores del griego del N.T. argumentan que las palabras más exactas para
traducir esta frase son: “Hubo una
exasperación / agitación / irritación/ discusión fuerte entre ellos”.
Esto nos permite ver lo difícil que fue el conflicto entre estos dos siervos de
Dios.
¿Quién tenía la razón?
Es escritor bíblico no nos brinda su opinión al respecto. Si pudiéramos imaginarnos la discusión que se llevó a cabo, esta pudo haber sido la argumentación dada:
Es escritor bíblico no nos brinda su opinión al respecto. Si pudiéramos imaginarnos la discusión que se llevó a cabo, esta pudo haber sido la argumentación dada:
Posibles Argumentos de Bernabé:
“Pablo, hay que darle una segunda
oportunidad, todos merecemos una segunda oportunidad”.
“Pablo, cuando nadie te aceptaba
ni te tenía confianza, yo te acepté ¿Por qué no haces lo mismo con Juan Marcos?”
“Pablo, los jóvenes maduran con el
tiempo, cómo va a aprender si no lo dejas”.
Posibles Argumentos de Pablo:
“Bernabé, ya lo hizo una vez, lo
puede volver a hacer”.
“Bernabé, es más importante la
misión de Dios que un capricho juvenil”
“Bernabé, no puedo llevar a una
persona que abandona la misión ante la primera prueba, no sería un buen ejemplo
para los demás jóvenes”.
¿Imagina usted la discusión?
El asunto es que nunca se pusieron de acuerdo y se separaron. Aunque este parece un caso aislado en las páginas del N.T.; se repite en nuestras congregaciones de cualquier lugar. Una realidad que muchos hemos aprendido en el ministerio es que, con mucha frecuencia, mientras más nos involucramos en el trabajo ministerial más conflicto es el que tendremos que enfrentar. Por esta razón urge que reflexionar sobre esta problemática.
El asunto es que nunca se pusieron de acuerdo y se separaron. Aunque este parece un caso aislado en las páginas del N.T.; se repite en nuestras congregaciones de cualquier lugar. Una realidad que muchos hemos aprendido en el ministerio es que, con mucha frecuencia, mientras más nos involucramos en el trabajo ministerial más conflicto es el que tendremos que enfrentar. Por esta razón urge que reflexionar sobre esta problemática.
Ante el conflicto es importante
recordar los siguientes aspectos:
En los desacuerdos, el problema es
el punto de vista, no las personas. Nuestro error ha sido hacer los problemas demasiado
personales. Tenemos que reconocer que en cuestiones de opinión no siempre
estaremos de acuerdo.
En los desacuerdos, cada parte
tiene su razón. ¿Quién tenía la razón en este conflicto? Por un lado Bernabé
tiene razón, pero por otro lado también Pablo tiene razón. El problema es
pensar que siempre nuestras opiniones tienen que estar sobre las opiniones de
los demás. Nuestra opinión puede tener algo de razón, pero no necesariamente
será la mejor.
En los desacuerdos, cuando son
acalorados, siempre saldrá alguien herido. Recordemos que entre más calor hay
más quemaduras. Cuando entre hermanos hay gritos, insultos, indiferencia, etc.,
el amor cristiano está totalmente ausente.
En los desacuerdos, siempre hay
que buscar una solución. Colgar el teléfono, abandonar la reunión, dejar
hablando a la otra persona, gritarle a la otra persona, está muy lejos de contribuir
a una posible solución al conflicto.
En los desacuerdos, no siempre se
va a llegar a un acuerdo (como en este caso). Cuando esto llegase a ocurrir, es
importante no guardar rencor en el corazón. Es interesante ver que Pablo en
ningún momento en sus epístolas se refirió negativamente a Bernabé. Incluso en
II Timoteo 4: 11 (carta escrita muy posterior al conflicto) manifiesta que para
ese entonces Marcos le era útil en el ministerio (la mayoría de eruditos
acuerda que se refiere al mismo Juan Marcos).
Entonces ¿Quién tenía la razón?
Según sus posiciones AMBOS, pero según sus actitudes NINGUNO. Lo más importante
ante el conflicto no es tanto nuestra opinión, sino nuestra actitud. Ojala que
nuestras ACTITUDES sean siempre mejores que nuestras OPINIONES.
Guadalupe Mayo.
La Voz Eterna. Vol. 47. Número 3.